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La cura para todo mal que no merezcas

Esa madera necesita un corazón que la humedezca 
Llena de polvo aguardaba en un rincón mi canción seca 
Será la cura para todo, la cura para todo mal que no merezcas. 
(Sulky – Gustavo Cerati)

 

Si te tiras de espaldas contra el mar con una cola de bacalao en cada mano y sales sin mirar atrás, te curas de la mala suerte. Al menos eso cuenta la sabiduría popular en esta isla caribeña. Si decides ir a preguntar por aquellos rincones donde la gente tiene el sol del trópico tatuado en la piel, comprobarás que es una verdad universalmente aceptada.

Siempre creí que no existía tal cosa como la casualidad, que hay un enredo de razones detrás del mínimo acontecimiento en la Tierra. La suerte me da maní. Todos los pesados libros de historia que ahora sirven de hogar para los ácaros corroboran que los grandes hitos de la humanidad no han sucedido por pura chepa. O ve y dile a Juan Pablo Duarte que él es un cheposo. Ve, y después me cuentas.

Sin embargo, tras ciertos eventos en mi vida que me han tenido al borde de agarrar la cola de bacalao más cercana, estoy empezando a entender que hay cosas que simplemente pasan. Que uno no quiere que pasen, pero pasan como quiera. Sin ningún motivo superior detrás ni nada que se le parezca. Si está pa’ ti, aunque te quites; si no está pa’ ti, aunque te pongas. Esto último también lo cuenta la sabiduría popular, no yo.

Existe otro famoso remedio para la mala fortuna, pero este sí funciona. Lo he probado con éxito el 100% de las veces:

Ajo y agua.

A joderse y aguantarse.

Aunque quizás el mejor amuleto sea la actitud. Recordar que todo pasa, conservar una mentalidad más o menos positiva y reírse de uno mismo. Estas son historias que contar. Estas son las cosas que te convierten en el alma de la fiesta, que hacen estallar carcajadas entre tus amigos, que los ayuda a reconocer que no la tienen tan mal después de todo. Y tú no la tienes tan mal tampoco.

Hay un refrán que dice que al que madruga, Dios lo ayuda. Pero nadie sabe decir a qué coño es que Dios te va a ayudar. De todas formas, estoy madrugando.

No me vendría nada mal que me tendieran una mano divina aquí.