La poesía es lo más hermoso que jamás me ha pasado en la vida. Me gusta haber crecido alimentándome de metáforas, me enorgullece decir que devoraba los poemas de Nicolás Guillén, Becquer, Borges y Neruda mucho antes de poder entender lo que querían decir sus palabras.
Mis padres la cagaron de mil formas, pero si algo hicieron bien fue llenar mi mundo de palabras, regalarme libros, leerme poemas, y poemas, y poemas. Ya perdí la cuenta de las veces en que unos cuantos versos me han salvado de mí misma. Incluso hubo un tiempo en el cual me sentía más identificada con la palabra poeta que con mi propio nombre.
Creo firmemente en eso de que de poeta y loco, todos tenemos un poco, así es que ¡feliz día internacional de la poesía a todos!
Y para celebrar, comparto el que fue mi primer poema favorito:
Un poema de amor
No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma,
un tiempo enorme, enorme, enorme.
Al fin, como una rosa súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
de saludarnos, de manera
que nadie comprendiera
que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
un apretón conspirativo, una mirada,
un palpitar del corazón
gritando, aullando con silenciosa voz.
Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
ese aletear de las palabras presas,
palabras de ojos bajos,
penitenciales,
entre testigos enemigos.
Todavía
un amor de «lo amo»,
de «usted», de «bien quisiera,
pero es imposible»… De «no podemos,
no, piénselo usted mejor»…
Es un amor así,
es un amor de abismo en primavera,
cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
genérica,
en el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso, insomnio,
veneno, éxtasis, convulsión,
suspiro, sangre, muerte…
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella.
(Nicolás Guillén)
Recuerdo que una noche mi papá me preguntó si sabía cuál era esa sustancia con que amasamos las estrellas… «las lágrimas», me dijo, «cuando uno llora, las luces se ven como si las estuviésemos deformando».
Las lágrimas son esa sustancia conocida con que amasamos una estrella. Después de entender esto nunca más se llora igual.