dejar ir

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El amor hace hermoso el camino, pero no nos salva

Everything I’ve ever let go of
has claw marks on it.
—David Foster Wallace



La muerte es tan inmensa, tan definitiva e irremediable que no sé ni por dónde empezar a engullirla. Supongo que hay una parte de la existencia que uno prefiere no mirar porque no entiende. Me parece el mayor de los misterios eso de que en un momento dado existes y luego existes en otra parte; o lo que es peor, existes y luego dejas de existir.

Tantos años buscando el valor de x en ecuaciones de todos los grados y nadie te enseña qué cosas decirle al oído a alguien que está muriendo, o cómo sostenerle la mirada sin que se entere de que también tienes miedo. No te adiestran en cosas tan elementales como cuánta presión aplicar con tus labios sobre su frente ni cómo sujetar sus manos entre las tuyas sin que te tiemblen.

Ninguna persona te enseña, pero cuando el tiempo apremia y no hay nadie más allí que pueda hacerlo por ti, las palabras y las caricias te fluyen como si unos hilos invisibles tiraran de tus músculos de trapo.

Esto es todo cuanto sé ahora: uno siempre sabe qué hacer. Por defecto, el amor es la respuesta que le damos a la mayoría de las preguntas.

 

La pregunta que martilleaba mi cabeza entonces, era what the fuck?

 
Una y otra vez, como un pequeño mantra.


What the fuck? 
What the fuck? 
What the fuck?

El amor fue mi respuesta. 
 
Uno susurra palabras de amor, le sostiene la mirada con amor, le besa la frente con amor, le agarra las manos con amor y luego se las suelta. Saber vivir y dejar morir es mera cuestión de soltar.

Cuando tío murió dejó un vacío en mi familia, que es mi mundo. Verlo morir dejó ardiendo en mi conciencia la noción de que nuestra historia es un microrrelato apenas. 
 
Mis tíos, mi hermano, mi mami, mis seres queridos. Sigo empeñándome en colocar un posesivo delante de todos los nombres, como si en serio me pertenecieran, como si al proclamarlos míos pudiese salvarlos de todas las muertes, de las reales y las metafóricas. El amor hace hermoso el camino, pero no nos salva. Ahora entiendo que todo lo que amas será arrebatado de tus manos por el simple hecho de que nada es tuyo. Hasta tu cuerpo es prestado y tendrás que devolverlo, hecho polvo, al universo.

Lo triste es notar la ausencia y ver cómo la vida, impasible, sigue su curso. Volver al trabajo y a los bares, esperar la luz verde en los semáforos, tomarse el café como cada mañana porque el mundo continúa girando no importa qué, no importa quién.