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De mi primer recuerdo y otros motivos para odiar a los payasos

Ni siquiera estoy segura de que esto haya sucedido en verdad, pero en mi primer recuerdo estoy vestida de payaso. Tengo la nariz pintada con pintalabios rojo y ese olor me molesta. La ropa es suave, el pantalón azul marino con lunares blancos me aprieta en los tobillos.

Es el día de carnaval, y yo quiero que me disfracen como a mi hermano. Pero nadie entendió que el punto de que me disfrazaran era que yo también quería ir, maldita sea. Él es mi hermano: duermo con él, juego con él, ¿por qué no me irían a llevar al carnaval del colegio con él? Porque él sí está lo suficientemente grande para ir al colegio, y yo no. Por eso, tonta pequeñita mí misma, por eso.

Entonces, naturalmente, me dejan; y yo los veo alejarse en el carro desde la marquesina mientras mi frustración aumenta. Mi hermano me mira por la ventanilla con sus ojos inmensos que fueron menguando a la distancia, en tanto yo lloraba, inconsolable, como el peor de los payasos.

Una vez le conté esta historia a mi mamá, pero ella me dijo que no lo recordaba y que ella no es tan cruel para desilusionarme así. Sin embargo, yo creo que sí pasó, lo recuerdo con demasiada nitidez como para que ahora venga a ser un invento mío.

El pedacito que no entiendo es por qué un berrinche insignificante se fue a quedar tan grabado en mi memoria…

A lo mejor porque me forzó a entender que a veces tengo que hacer mi propio carnaval, que la vida no siempre me va a llevar adonde quiero, que está bien negarme a reír cuando no entendí el chiste, que puedo rehusarme a hacer el payaso aunque el mundo insista en ponerme el disfraz.

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De mi primer amor y otros disgustos

“The minute I heard my first love story,
I started looking for you,
not knowing how blind that was.
Lovers don’t finally meet somewhere.
They’re in each other all along.”
   

Cuando estaba en el maternal odiaba que mis padres tardaran para irme a buscar a la salida, que los gansos no me dejaran arrancarles plumas de la cola, que me pusieran guineo de merienda o se me botara el jugo en la lonchera. Odiaba el día de carnaval, que no me dejaran tomar clases en el mismo curso de mi hermano y que se me entrara arena en los zapatos.

Amaba que me dieran zanahorias para darle a los conejos en recreo, me gustaban los recreos, que los adornos del cabello me combinaran con el color del uniforme, compartir mesa con Andrés y Leo. Amaba las clases de arte, comer crayola o masilla, que me pegaran una calcomanía en la frente indicando que me había portado bien y que la profesora nos leyera un cuento.

También amaba a Guillermo.
Y siempre quise darle un beso, pero nunca más lo he vuelto a ver.