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Vaivén

Creo en la magia del primer día del año. Me gusta respirar el mismo aire de siempre, pero sentirlo distinto.

El mundo sigue igual, sin embargo, la luz bajo cual lo miro cambia y lo transmuta. Me entusiasma ver el futuro a los ojos, no tener miedo. Saber que esto es un vaivén, que todo empieza, todo acaba, todo nos suelta y nos deja seguir.

Adoro la idea de recomenzar,
de engavetar el pasado y dejar que se lo coman las polillas.

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De mi primer amor y otros disgustos

“The minute I heard my first love story,
I started looking for you,
not knowing how blind that was.
Lovers don’t finally meet somewhere.
They’re in each other all along.”
   

Cuando estaba en el maternal odiaba que mis padres tardaran para irme a buscar a la salida, que los gansos no me dejaran arrancarles plumas de la cola, que me pusieran guineo de merienda o se me botara el jugo en la lonchera. Odiaba el día de carnaval, que no me dejaran tomar clases en el mismo curso de mi hermano y que se me entrara arena en los zapatos.

Amaba que me dieran zanahorias para darle a los conejos en recreo, me gustaban los recreos, que los adornos del cabello me combinaran con el color del uniforme, compartir mesa con Andrés y Leo. Amaba las clases de arte, comer crayola o masilla, que me pegaran una calcomanía en la frente indicando que me había portado bien y que la profesora nos leyera un cuento.

También amaba a Guillermo.
Y siempre quise darle un beso, pero nunca más lo he vuelto a ver.

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Hablemos del olvido y otros mitos urbanos

Olvidar.

Esa utopía.

Esa tarea fastidiosa de espantar recuerdos. Evitar lugares, personas, canciones… como si fuesen un conjuro para invocar fantasmas. Lo terrible de intentar olvidar es que cuanto más te esfuerces, menos lo consigues. Lo peor de aprender a olvidar es que te das cuenta que no existen manuales ni métodos para hacerlo. Es reconocer que no siempre un clavo saca otro clavo. Que es verdad que el tiempo sana todas las heridas, pero nadie sabe cuánto tiempo es el necesario. Y algunas veces suele ser mucho, mucho tiempo. Olvidar es aceptar que el otro está feliz y tú estás jodido. Es despertarte y encontrar que ese sueño tan sólo fue un sueño, y la realidad te sigue sacando la lengua.

Olvidar es entender que todas esas canciones de dame otro tequila y estoy mejor sin ti son el real disparate. Que Adele la pasó bien feo y es la única cantante que de verdad te entiende. Es conocer la fuerza liberadora que encierra la frase «¡vete a la mierda!» (a menos que el mandado a la mierda sea uno).

Olvidar es aceptar que no eres intocable, que no te las sabes todas, que no eres tan diferente del más blandengue de tu barrio. Y ¿aquello que jurabas que ya estaba resuelto? Tendrás que resolverlo otra vez. Y otra vez. Y quizás otra vez más. Porque olvidar es darse cuenta de que el perdón necesita renovación de contrato. Que por más cristiano que uno sea, no le llega ni a los talones a Jesucristo. Que si te la jurungas mucho, segurito que te vuelve a sangrar la herida.

Olvidar se resume a asimilar que existen personas, situaciones y pequeñas alegrías que sólo llegan para transformarte en quien debes ser. No llegan para quedarse, sino para que aprendas a dejarlas ir. Olvidar es entender que algunas cosas son inexplicables, y si logras explicarlas resultan incomprensibles.

Lo bueno de olvidar es que sólo tienes que continuar con tu vida, y eventualmente lo que no quieres recordar se desvanece. Él o ella se desvanece. Todo termina desvaneciéndose.

Lo mejor de olvidar es que cuando al fin lo consigues, te sientes invencible. Lo peor de olvidar es que cuando al fin crees que lo consigues, el otro te dice que todavía te ama.

Y, vaya mierda, entiendes que nunca olvidaste nada.

Entonces vuelves a olvidar.

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Que nos desvanezca el olvido

Que pase el tiempo, que pase el tiempo por encima nuestro y nos aplaste. Que nos desvanezca el olvido. Que tu lengua desaprenda a pronunciar mi nombre. Que no me recuerdes. Que te lleven consigo los días a ese lugar del cual nunca regresan. Que olvidemos las coordenadas exactas en las que se cruzaron nuestros caminos. Que tu imagen pierda significado en mis visiones. Que no existamos ni tú ni yo. Que no existamos.

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Hacerte saber

Cómo hacerte saber que tu forma de hacer las cosas no necesariamente es la correcta, que yo también tengo mis formas, que no todo me sale bien pero igual hago el intento, que el hecho de que calle no significa que no tenga mis propias opiniones, que no me gusta llevarte siempre la contraria, que no es mi culpa que pensemos diferente.
Cómo dejarte claro que al igual que tú estoy destinada a cometer un millón de estupideces, que la mayor parte del tiempo sólo quiero que me escuchen y no que me aconsejen, que por sensatos que sean los consejos que me den al final haré lo que se me venga en gana,  que perdonar no es tan fácil como pintan las novelas, que no me importa que confundan mi independencia con individualismo, que si alguna vez me fui fue porque me alejaste.

Cómo decirte que en ocasiones hay que dejar de buscar culpables y encarar las propias consecuencias, que el tiempo no le da la razón a quien no la tiene, que no ser como tú no me hace ser mala persona, que ser liberal no me hace inmoral, que nadie decide estar triste ni se frustra porque así lo quiere, que cada quién encuentra la felicidad en lugares distintos, que cada uno es responsable de sí mismo, que no planeo vivir mi vida de acorde a tus expectativas.

Cómo explicarte que sé que no eres tan fuerte como aparentas porque yo también suelo hacerme la fuerte, que la vida es muy corta para vivirla dentro de tus límites y convicciones, que prefiero existir dentro de los míos, que tu voz no puede acallar la voz de mi conciencia, que se puede ser y dejar ser, que no hay que demostrar que el otro está equivocado para estar en lo correcto, que existe tu verdad, mi verdad y la verdad… y que no por eso alguna de esas verdades tenga que ser mentira.

Cómo hacerte entender que el cielo sigue más allá de donde pueden ver tus ojos, que no eres mi dios para pretender crearme a tu imagen y semejanza, que tu camino no es el único camino, que por más que quieras encerrarme en esa jaula ya mis alas aprendieron a volar.